Hincado, así me puse a rezar, yo rezaba mucho, creo que en algún minuto rece mas que su mismísima santidad, hacia cosas muy buenas y me sentía superior por mi gran espiritualidad, que no siempre se trasuntaba en la vida cotidiana, pero la espiritualidad es una cosa interior, así que con eso me quedaba yo.
Me gustaba pasar a las iglesias en días de semana, cuando la mayoría de las bancas estaban vacías, sentarme en los puestos de las ultimas filas y verme pequeño, a veces podía pasar largas horas sentado, trataba de entablar comunicación con el Divino, en una especie de catalepsia permanecía inmóvil, en un lugar donde no sabes el tiempo que pasa, yo en mi seudo purgatorio tratando de purificarme. No se de cuando me vino esta afición, pero me pasa lo mismo con los cementerios y hace poco he notado que me gusta compartir con los viejos.
Las explicaciones deben estar en mi infancia, no me acuerdo mucho que fuéramos todos los domingos a misa, pero si que todos los jueves mi Mamá nos llevaba con ella a la Iglesia de Pompeya, en Talca, mientras ella rezaba me paseaba por la iglesia revisando santos, con escobas, con bichos en los pies o salía a un patio que tenia esa iglesia en la cual estaba una especie de fuente de agua en la cual estaba una niña rezando en unas piedra (desconozco el nombre de la niña) y mas arriba se encontraba la Virgen, en la fuente se suponía que toda el agua se encontraba bendita, por lo que se veía esta bajaba desde la casa parroquial, así que suponía que había un curita con 100% de dedicación para bendecir cada centímetro cúbico que pasaba a la fuente.
Mi Papá algunos fines de semana nos hacia un recorrido por el cementerio de Talca, que es muy popular por que puedes pasar la noches de fiestas con tus finados (pero nunca fuimos de noche), el conocía todos los muertos de la familia y se acordaba de donde estaba cada tumba, lo que en ese tiempo para mi era muy difícil, puesto que yo solo los conocía por nombre y por las historias que el contaba (que eran muy fantásticas en su mayoría, pero eso en otra saco), hacíamos un largo trayecto, nos deteníamos a cada rato a leer epitafios y las fechas, que siempre son importantes para que cuadren las historias, ver los juguetes que les dejan a los niños y los grandes sepulturas que siempre tienen historia, aunque me gustan los cementerios y creo que a mi Padre también le gustaban, eso de ir a verlo a un parque, representa un viaje, un paso a otra parte que deseas que sea mejor, no como el caso de cementerios tradicionales donde te llenas de recuerdos y añoranzas en vez de esperanza.
Santero, fue porque hubo un tiempo en que no faltaba Santo, Beato u Animita que no me detuviera a solicitarle algo, tenía una gran devoción por todo lo que tuviera conexión con lo divino, tenía una gran colección de estampitas y rezos de los variados Santos, como nunca junte álbumes, quizás por eso adquirí esa afición.
Por el momento solo concurro a misas los domingos y me quede con el seudonoimo de Santero.
Me gustaba pasar a las iglesias en días de semana, cuando la mayoría de las bancas estaban vacías, sentarme en los puestos de las ultimas filas y verme pequeño, a veces podía pasar largas horas sentado, trataba de entablar comunicación con el Divino, en una especie de catalepsia permanecía inmóvil, en un lugar donde no sabes el tiempo que pasa, yo en mi seudo purgatorio tratando de purificarme. No se de cuando me vino esta afición, pero me pasa lo mismo con los cementerios y hace poco he notado que me gusta compartir con los viejos.
Las explicaciones deben estar en mi infancia, no me acuerdo mucho que fuéramos todos los domingos a misa, pero si que todos los jueves mi Mamá nos llevaba con ella a la Iglesia de Pompeya, en Talca, mientras ella rezaba me paseaba por la iglesia revisando santos, con escobas, con bichos en los pies o salía a un patio que tenia esa iglesia en la cual estaba una especie de fuente de agua en la cual estaba una niña rezando en unas piedra (desconozco el nombre de la niña) y mas arriba se encontraba la Virgen, en la fuente se suponía que toda el agua se encontraba bendita, por lo que se veía esta bajaba desde la casa parroquial, así que suponía que había un curita con 100% de dedicación para bendecir cada centímetro cúbico que pasaba a la fuente.
Mi Papá algunos fines de semana nos hacia un recorrido por el cementerio de Talca, que es muy popular por que puedes pasar la noches de fiestas con tus finados (pero nunca fuimos de noche), el conocía todos los muertos de la familia y se acordaba de donde estaba cada tumba, lo que en ese tiempo para mi era muy difícil, puesto que yo solo los conocía por nombre y por las historias que el contaba (que eran muy fantásticas en su mayoría, pero eso en otra saco), hacíamos un largo trayecto, nos deteníamos a cada rato a leer epitafios y las fechas, que siempre son importantes para que cuadren las historias, ver los juguetes que les dejan a los niños y los grandes sepulturas que siempre tienen historia, aunque me gustan los cementerios y creo que a mi Padre también le gustaban, eso de ir a verlo a un parque, representa un viaje, un paso a otra parte que deseas que sea mejor, no como el caso de cementerios tradicionales donde te llenas de recuerdos y añoranzas en vez de esperanza.
Santero, fue porque hubo un tiempo en que no faltaba Santo, Beato u Animita que no me detuviera a solicitarle algo, tenía una gran devoción por todo lo que tuviera conexión con lo divino, tenía una gran colección de estampitas y rezos de los variados Santos, como nunca junte álbumes, quizás por eso adquirí esa afición.
Por el momento solo concurro a misas los domingos y me quede con el seudonoimo de Santero.
