lunes, julio 20, 2009

El Dueño de la Luna, Jenaro Gajardo v/s Dennis Hope


Como hoy se celebra 40 años del alunizaje o fraude (eso se lo dejo a otros blogeros por el momento) no quería dejar pasar la oportunidad para realizar la comparación de los denominados dueños de la luna.

De niño supe, por comentarios de mi padre, que un talquino era dueño de luna, sentía un gran orgullo por mi coterráneo, hasta que hace algunos años atrás leí que un Estadounidense estaba vendiendo parcelas en la luna, esto me causo gran extrañeza, acá dejo sus historias y usted decide quien merece ser llamado el Dueño de la Luna.

Jenaro Gajardo, abogado y filantropo, en 1954, a los 35 años registró la propiedad de la Luna ante el Conservador de Bienes Raíces de Talca (Chile), adueñándose de nuestro satélite. Gajardo, que había nacido en 1919 en Traiguén, se trasladó en 1951 a la localidad de Talca para trabajar como abogado. Era un hombre inquieto, de múltiples intereses y se dedicó a la creación de la Sociedad Telescópica Interplanetaria, en la cual en su directorio se encontraba nada menos que el Obispo de Talca Manuel Larrain, lo cual acallo cualquier burla, el interés principal de esta institución consistía en “formar un comité de recepción a los primeros visitantes extraterrestres…”.

A Don Jenaro se le ocurre esta idea luego de ser rechazada su inscripción en un club que reunía a lo más selecto de la sociedad local, el Club Talca, pero una de las cláusulas para ingresar en él, además de contar con una profesión o posición social acorde, consistía en ser propietario de algún bien raíz, ante no contar con el ultimo requisito, camino de casa y ante la imagen de la Luna llena que ascendía por el horizonte, se le ocurrió un plan: reclamar la Luna como propia. El 25 de septiembre de 1954, sin vacilación, se presentó ante el notario de Talca, César Jiménez Fuenzalida y le solicitó dejar constancia de que se declaraba dueño de la Luna, para lo cual acreditaba que lo era desde antes de 1857 (fórmula usada en la época para sanear terrenos sin título de dominio) del satélite natural de la Tierra, describiendo sus medidas y límites.

“Cuando salí de la sesión – recordó después Gajardo – me fui caminando hasta la Plaza. Me molestó que se diese tanta importancia a las cosas materiales”.

El Notario leyó con sorpresa la petición. Finalmente respondió a Gajardo: “Mira, la inscripción cumple con los requisitos: es un bien cierto, pertenece a la tierra, tiene deslindes y dimensiones, pero te van a tildar de loco”.

“No importa”, dijo Gajardo.

Es más, con posterioridad a la inscripción de la escritura, efectuó las tres publicaciones en el Diario Oficial, todo lo cual le costó cuarenta y dos mil pesos de la época. Con el título en sus manos, volvió al Club Talca. Hubo sonrisas, caras de sorpresas y asombro. Pero fue aceptado como socio. Uno de los integrantes dijo a Gajardo: “En realidad nos has dado una lección”.

El hecho, desde luego, no pasó inadvertido. Diarios de América y Europa dieron cabida al curioso incidente. Pocos años más tarde, un tabloide norteamericano publicó una nota: “Abogado chileno inscribió la luna a su nombre”. Mario Kreutzberger (Don Francisco) vio la información y lo invitó a “Sábados Gigantes”. Con su carácter burlón, el animador le dijo que, mucha gente, lo consideraba “rayado” por aquella propiedad lunar. Gajardo le respondió: “Le voy a contar por qué inscribí la Luna: no me agrada la gente que habita el planeta tierra. No me gusta que no hayamos podido eliminar el odio, la envidia, la maledicencia, el rencor…”.

Una situación de contienda judicial internacional se suscitó cuando Estados Unidos preparaba su viaje a la luna, en 1969, con tres astronautas a bordo. Gajardo, en conformidad a las disposiciones legales internacionales, había gestionado, a través del abogado Enrique Monti Forno, la revalidación de su dominio en Washington. Todo ello, por cuanto las normas universales de la ONU sólo reconocían propiedad privada hasta una altura de 80 kilómetros, pero como esa reglamentación era de 1967 – y la escritura de Gajardo de 1954 – ésta prevaleció sobre aquella.

El año 1969, antes del alunizaje del Apolo XI, el presidente Nixon envió un comunicado que se hizo llegar a Jenaro mediante la embajada norteamericana en Santiago. El comunicado decía: "Solicito en nombre del pueblo de los Estados Unidos autorización para el descenso de los astronautas Aldrin, Collins y Armstrong en el satelite lunar que le pertenece"; a lo que Jenaro responde: "En nombre de Jefferson, de Washington y del gran poeta walt Withman, autorizo el descenso de Aldrin, Collins y Armstrong en el satélite lunar que me pertenece, y lo que más me interesa no es sólo un feliz descenso de los astronautas, de esos valientes, sino también un feliz regreso a su patria. Gracias, señor Presidente".

Pero si don Jenaro fue ingenioso al hacerse tan audazmente propietario de la romántica luna, más aguzado pretendió ser Impuestos Internos, quien envió un par de inspectores a visitarlo, nada menos que para el cobro de las contribuciones. Ni corto ni perezoso, don Jenaro les dijo: “Ningún problema en reconocer la deuda, pero exijo que, en conformidad a la ley, Impuestos Internos visite mi propiedad y la tase. Después hablamos”. Desde luego, el servicio no insistió.

La situación incluso sentó jurisprudencia en materia de propiedad espacial. Una vez, el entonces Ministro de la Corte Suprema Rubén Galecio Gómez le dijo: “Bueno, si tú inscribiste la luna, yo puede hacer lo mismo con el planeta Marte”. Gajardo respondió ágilmente: “No puedes, por cuanto el Derecho Civil impide reclamar propiedad sobre un bien que no pertenece a la Tierra, como es el caso de Marte”.

Antes de morir, Gajardo la dejo como legado a toda humanidad...“Dejó a mi pueblo la luna, llena de amor por sus penas”...

Una lección a la Soberbia lo que hizo Jenaro, ahora el club Talca es un Gimnasio, otra lección más.

Dennis Hope, ventriluoco acabado y emergente empresario está involucrado en la controvertida venta de bienes raíces extraterrestre. En 1980, la noche del 22 de noviembre Dennis Hope conducía su coche mientras rumiaba su divorcio. Entonces, según su relato automitificador, tuvo una revelación: «Vi la Luna y me dije: "Ahí hay muchas propiedades en potencia"». Nadie, hasta entonces, había elucubrado con transformar el satélite en suelo urbanizable. El Tratado del Espacio Exterior, firmado en 1967 por la ONU, acordó que ningún país reclamara la soberanía de los cuerpos celestes, pero los políticos olvidaron un detalle: extender su veto a empresas y particulares. «Quizás fue un error inocente, pero decidí llenar un formulario reclamando la posesión de la Luna, los ocho planetas vecinos a la Tierra y sus satélites».

Hope fue al día siguiente a una oficina del registro de San Francisco. Discutió cinco horas con los estupefactos funcionarios. Lo que proponía era una emancipación de los sentidos, volando con la hipoteca entre los dientes hacia donde los antiguos sospechaban que moraban espíritus relacionados con imágenes femeninas de pálido erotismo. Tras ganar la partida envió cartas a la ONU y a los Gobiernos de EEUU y la URSS. Informaba de sus derechos y anunciaba que pronto vendería terrenos en sus recién adquiridos pastizales. Nadie respondió. Bingo. Hope había cuajado su jugada en un lance de apariencia bufa y sustanciosos dividendos.

Las cifras sobrecogen: 2,5 millones de personas de casi 180 países han comprado terrenos a la empresa de Hope, Lunar Embassy (Embajada Lunar). Por 19,99 dólares los clientes reciben un acre (4.046 metros cuadrados). Por 22,49 dólares garantizan además que el nombre del comprador será inscrito en su parcela. Hope ya vende terrenos en territorios tan abruptos como Mercurio (a 19,99 la pieza), cuyas soleadas temperaturas garantizan la rápida licuefacción del visitante. Marte viene a salir por 22,49 dólares. Poca cosa tratándose del planeta más emblemático, donde los visionarios del folletón científico situaban el pálpito de bizarras civilizaciones. Aunque oficialmente no se sabe cuánto le ha reportado el negocio a Hope, no es difícil calcularlo: 2,5 millones de parcelas vendidas a unos 20 dólares la pieza sumarían más de 50 millones de dólares.

En su lista de ilustres compradores figuran Jimmy Carter y Ronald Reagan, actores, príncipes, una treintena de trabajadores de la NASA y anónimos particulares ya tienen su lugar lunar. Otras 1.300 corporaciones privadas también han invertido en el satélite. Puede que sueñen con un paraíso intocable, lejos de los jueces. «No estafas», comenta Hope, «sólo aprovecho una oportunidad que surgió por un vacío legal y ejerzo mi derecho a lucrarme como pueda».

Ajeno a polémicas, Hope ha extendido su emporio y ya cuenta con delegaciones en una veintena de países: Francia, Japón, Suecia, Gran Bretaña, Bulgaria, Alemania y España... La pretensión de Hope es que si algún viajero futuro llega a la Luna rinda cuentas a la comunidad de propietarios.


Fuentes y citas exactas.-

3 comentarios:

Un Hombre mirando al SudOeste dijo...

Lo de nuestro compatriota don Jenaro lo sabia.. es mas, me sorprendió lo poco desvirtuada que eta la versión q yo tengo de la q cuentas tu... por otra parte, eso del tal Dennis... es típico de Gringo Usurero!!!ajajaja

Zuresh dijo...

un profe en el colegio nos contaba esa historia...jaja

saludos..

Anónimo dijo...

para mi nadie es duenio de la luna jajaja me parece absurdo k alguien kiera a la luna para una persona solo xk tiene mucho dinero.. es injusto...